jueves, 8 de marzo de 2012

Ya casi es mujer y no estás.


Ella ya casi es mujer.

Ya está rozándose con la edad ¿Sabes? Ya se da de topes como te los diste tu y como yo aún me los voy dando, ya empieza a descubrir que sin bien su cuarto es rosa, el mundo no lo es.

Trece años tenía cuando tú te fuiste, ¡No! No te lo reprocho yo ni nadie, porque te vimos caminar desde atrás, te dijimos adiós y vimos como llegaste a donde ibas.
Pero si te digo, trece tuvo ese día pero no más. Hoy ha cumplido catorce, y se acerca cada vez más a la cifra importante.

Tu le doblabas ese pequeño número pero por varios, que no diera yo por tenerte y contar los años.

Ya le llama la atención un niño, que no has de preocuparte, yo mismo veré que valga la pena y de no ser, pues tu pelota de softball es suficiente dura.

Hoy su abuela no te pudo incluir en el regalo, viejo. Y ella te extrañó más hoy que ayer, no te tuvo para sus catorce, viejo. Y es una certeza que no tenderá para esos preciosos quince… Ese día por favor, cuando se vaya a dormir e incluso hoy porque lo ocupa, viejo; llévala de la mano del lado de la calle que no pasan carros, y vayan a la tienda de Don Lázaro, cómprale una coquita chiquita, de esas Coca-Cola pequeñas porque sino no se la acaba, y una magnum de vainilla ¡Ah! Y una para ti también, obviamente, me traen unas conchitas y unas papas que traigan un tazo. Yo lo voy a pagar esta vez, yo ya rozo los diecinueve y me toca.

Y cuando lleguen, por favor déjala sentarse en tu sillón que se mece, o brincar en tu cama como cuando tuvo cuatro años. Déjala estar contigo, abuelo. Porque ella ya tocó los catorce y sabe bien que aunque su cuarto sea rosa, el mundo no es y tú ya no estás para poderte ver, pero ven cuando tengas tiempo y dile que si estás para poderte sentir.

De debajo del cielo, te extrañamos.
De arriba del cielo, te llega un Felicidades Leticita, te amo, besos y mil abrazos para la princesa.

Del cuarto de al lado, siendo el mío. Felicidades Lety, de tu hermano.

jueves, 1 de marzo de 2012

Le dije un no sé.


Le dije que no, ¿Para qué he de fingir? Si me gusta, me gusta y ya; y si no, pues es que no.
Me quiso insistir, ¿Para qué he de mentir? Si me rogó, re gogó y lloró, me tiraba besos, me aventaba amores, pero le dije que no. Si me gusta, me gusta y ya. Y si no, pues es que no.

Y yo para no atontarla con mi gallardía, para no echarla a volar con galanterías, y no enamorarla más de lo que ella ya estaba de mí, no me fui y me quedé a ver. Espectáculo atroz que nunca y no, no me molestó.

Le dije que no. No te voy a mentir, le dije un no tan sí, un no tan invitación, un no tan adulador, tan camaleón, que ella sintió que fue un sí. Pero no, nunca y no, no me molestó.

Hilábamos en hoteles, en habitaciones vacías, y de vez en vez en lujosos haberes, rodeados de crupieres, quizá tal vez, le dije que sí.

Se desnudó, se puso a jugar con su boca, se movía el cabello, su único deseo: Tenerme ahí.
Y me pidió, qué tal si te me acercas, guapo, que por tiempo lo he aguardado, nadie sabrá, tu yo tenemos un trato.

No supe que hacer, no quise pensar ni pude intentar, sólo asentí. Y con sus brazos rodeando mi cuello, sus pechos tocando mi pecho y su lengua dibujándome un verso, fue que me decidí.

Le dije que no, ¿Para qué he de fingir? Si me gusta, me gusta y ya. Y esta vez ella no me gustó.

Y esta vez, ella ya no me gustó.