jueves, 22 de mayo de 2014

Le dije que si.

-->
Le dije que si, que quería darle el cielo, las nubes y el mundo.
Me dijo que no, que ella quería quererme querer, pero no.

Le dije un ¿Por qué? Si todo lo que tengo yo, se lo daba sin más, que todo lo que la quiero yo, se lo daba e incluso más. Que lo que por ella sentía no se compraba con nadie ni lo hará.

Pero me dijo que no, que aunque me quisiera y sintiera que lo nuestro pudiera ir en paz, que no podía más, que no quería más, y que lo que el futuro brindara entre nosotros sólo le daba igual, ¿Para qué pensar más?

Le dije humillado y rebajado, un simple “Por favor” que por ella mataba, que sus labios besaba que su cuerpo tomaba, su vida, siempre la iba querer más… Más que a la mía, pues tanto la quería.

Me dijo tajante, cortante, arrogante y segura de sí; que no tenía caso que se derramó el vaso, que mis ruegos, mis juegos no le iban a convencer, me dijo que ya basta, que el hablar me cansa y sola siempre estaré mejor.

Le dije, una y otra vez y siempre y cada una eran el último “Por favor” que quería quererla, quería tenerla y que en mis sueños lo único que feliz me hacía era tenerla junto a mi, junto del verbo compartiendo alegría, sudando la gota fría, tomados de manos, besando sus labios, recorriendo cada parte de ella, regalarle una estrella, bajarle la luna, que ella es mi fortuna y quererla para siempre sólo yo.

Pero me dijo que no, y se terminó.

domingo, 2 de febrero de 2014

Coquita chiquita de la tiendita

Primero me vas a disculpar, porque esa semana la olvidé por inercia, no por gusto. Y no por la inercia tal del "no me importa" sino por la del "no mames que feo estuvo, se me borró de la cabeza" tú allá a la cima de la escalera que da al cielo, sabes lo que pasó. Porque cuando estabas aquí cerquita, gracias a Dios ni supiste.

Son 2 años de esas coquitas chiquitas, las que nos comprabas a todos tus nietos, -exceptuando a los más chicos que les faltó esa emoción-. Que nos comprabas a unas casas de distancia de tu casa.

Sobra que yo te diga, insinúe o te grite hasta el cielo que te extraño, que falta haces y que sólo hablamos cuando cierro los ojos y me doy el lujo de estar dormido, pero si, güelito, te extraño.

Tú, solito. Sin ayuda de nadie cargaste a tu primer varón, que sin la ayuda de nadie impulsaste hasta tocar las nubes, y no sólo eso, lo hiciste 6 veces en total con cada hijo que trajiste aquí, a donde vivo yo y sigo sus pasos.

No logro concretar la idea de tenerlo en tus manos, cargarlo, llamarle Hugo (como me llamo yo) y darle un libro en blanco, lápiz y borrador para que escribiera su historia. Desde el 0% sin nada más que una mano amorosa y familiar tendida que respaldara su esfuerzo. Me da gusto, me da miedo, me da todo. Me da curiosidad, saber que tú, güelito, en compañía de güelita; sacaron adelante no una casa sino un hogar, una familia.

Hoy por hoy, papá pierde el juicio, cabales y sueño conmigo, tu nieto. Porque llegué a la edad humana donde si no me pierdo, me encuentro. Y estoy más cerca de perderme.

Y ¿Sabes? Me parece curioso, él me tuvo en sus manos, preocupado, miedoso, asustado y consternado, sin saber que hacer con esa pequeña personita que hoy es un adulto de 20 años, que hoy no entiende razón más que la suya, cuya revolución es interna.

El me tuvo pequeño, me vio crecer, me enseñó bien y me cuidó. Así como lo hiciste tu con él.

¿Cómo se hace, güelito?

Le haces falta y ¿Sabes qué más? Tengo pavor de que él me haga falta a mi.

Son 2 años, güelo. Y pues aquí los días pasan de largo, no estás y no te quiero mentir; no sé en qué memorias estés. Pero en la mía si, y lo sabes por todas esas veces que platicamos, reímos y me compras pizza Domino's mientras sueño dormido.

2 años que las coquitas chiquitas de la tiendita, dejaron de saberme igual.

2 años que es imposible no pensarte, no extrañarte. Que es difícil no pensar en verte en la casa de la abuela.

Que es otra cosa, mis respetos y orgullo, que mujer tan fuerte te encontraste. No sé lo que ella piense en sus momentos personales o en sus ratos de cuarto sin ti, pero jamás la he visto caída, ni perdida, quizá sea porque sabe que en algún momento, se van a encontrar, a ver, a abrazar, besar y sonreír. Porque la muerte no mata el amor, sólo pospone el siguiente encuentro.

Qué suerte, güelito, que suerte.

Yo por mi parte sigo con lo que te prometí, el apellido que con amor le diste a mi padre, y él con amor me lo dio a mi, va a llegar hasta el cielo, hasta que tú allá arriba lo puedas ver.

Cuentan las bocas familiares que sonreíste al verme nacer, si; soy el primer nieto Aguillón, con toques de Gámez, de Aguilar y con muchos de Rosales. Y les creo a esas bocas familiares.

Ya no te aburro, güelo y desde abajo, te mando besos y abrazos. Una coquita chiquita de la tiendita, una oara ti y una para mi (compartida sabe mejor) y te veo pronto en tu cama, donde descansas hasta que nos topemos un día lejano. Pero más pronto nos vemos, platicamos y tomamos un buen tequila si gustas, y si nadie está cerca para regañarnos pues nos fumamos sólo un cigarro, pues dicen que tú y yo nos parecemos, cosa que me halaga y me motiva, nos vemos cuando cierre los ojos de noche y toque a tu puerta del cielo, que siempre me abres. Y nos reímos de lo mundano que es estar vivo, hasta que me despierte mamá para ir a clases.

Te quiero güelito, descansa en santa paz hasta que llegue yo a molestarte. ¡Te amo!

domingo, 15 de abril de 2012

Háblame de ti, bella señora.

Y dime ¿Recuerdas esa vez que te molestaste conmigo? ¿O esa otra vez en que... también? La vez que yo no tuve la razón pero la quise tener y la vez que tu la tuviste; la vez que no tuviste la razón, pero si la tuviste porque yo no debía tenerla o la vez que ambos estábamos equivocados pero no quisimos verlo.
Esos años de vaivén de palabras y argumentos.
No me queda más que darte las gracias.
No me queda más que decirte que aunque no quiero que te preocupes porque me he convertido en el adulto que me hiciste, sigues preocupándote como si algo te hubiera salido mal conmigo y deseas arreglarlo. Créeme, nada te salió mal, en nada cometiste un error porque hoy aquí estoy, a veces en un bar bebiéndome el mundo al que me trajiste, a veces en mi pieza leyendo lis libros que el mundo hizo para instruirme, otras veces en escuelas, en fiestas, en reuniones siempre escribiendo, siempre soñando, siempre siendo yo, el yo que tu hiciste (y pudiste deshacer cuando fuera tu gana). Aquí siempre, sabiendo que en donde yo esté, estás tú en otro lugar pensando y preocupándote 24 horas al día y que a veces te levantas una hora más temprano para que sean 25 y preocuparte más por mi, no sabes cuánto te amo Mamá.
No lo sabes, porque nunca te lo he dicho y si he querido, suena poco creíble, porque después de años y años de ser yo, uno se acostumbra a ser tú. Sin embargo aquí sigo y seguiré, cometiendo errores para darte trabajo y ahí estarás rebatiéndome para darme una ocupación. No hay mujer con la que prefiera aconsejarme, hablar y discutir más que contigo, porque contigo aprendo y valgo más la pena.
Y te amo, cabe notar.

jueves, 8 de marzo de 2012

Ya casi es mujer y no estás.


Ella ya casi es mujer.

Ya está rozándose con la edad ¿Sabes? Ya se da de topes como te los diste tu y como yo aún me los voy dando, ya empieza a descubrir que sin bien su cuarto es rosa, el mundo no lo es.

Trece años tenía cuando tú te fuiste, ¡No! No te lo reprocho yo ni nadie, porque te vimos caminar desde atrás, te dijimos adiós y vimos como llegaste a donde ibas.
Pero si te digo, trece tuvo ese día pero no más. Hoy ha cumplido catorce, y se acerca cada vez más a la cifra importante.

Tu le doblabas ese pequeño número pero por varios, que no diera yo por tenerte y contar los años.

Ya le llama la atención un niño, que no has de preocuparte, yo mismo veré que valga la pena y de no ser, pues tu pelota de softball es suficiente dura.

Hoy su abuela no te pudo incluir en el regalo, viejo. Y ella te extrañó más hoy que ayer, no te tuvo para sus catorce, viejo. Y es una certeza que no tenderá para esos preciosos quince… Ese día por favor, cuando se vaya a dormir e incluso hoy porque lo ocupa, viejo; llévala de la mano del lado de la calle que no pasan carros, y vayan a la tienda de Don Lázaro, cómprale una coquita chiquita, de esas Coca-Cola pequeñas porque sino no se la acaba, y una magnum de vainilla ¡Ah! Y una para ti también, obviamente, me traen unas conchitas y unas papas que traigan un tazo. Yo lo voy a pagar esta vez, yo ya rozo los diecinueve y me toca.

Y cuando lleguen, por favor déjala sentarse en tu sillón que se mece, o brincar en tu cama como cuando tuvo cuatro años. Déjala estar contigo, abuelo. Porque ella ya tocó los catorce y sabe bien que aunque su cuarto sea rosa, el mundo no es y tú ya no estás para poderte ver, pero ven cuando tengas tiempo y dile que si estás para poderte sentir.

De debajo del cielo, te extrañamos.
De arriba del cielo, te llega un Felicidades Leticita, te amo, besos y mil abrazos para la princesa.

Del cuarto de al lado, siendo el mío. Felicidades Lety, de tu hermano.

jueves, 1 de marzo de 2012

Le dije un no sé.


Le dije que no, ¿Para qué he de fingir? Si me gusta, me gusta y ya; y si no, pues es que no.
Me quiso insistir, ¿Para qué he de mentir? Si me rogó, re gogó y lloró, me tiraba besos, me aventaba amores, pero le dije que no. Si me gusta, me gusta y ya. Y si no, pues es que no.

Y yo para no atontarla con mi gallardía, para no echarla a volar con galanterías, y no enamorarla más de lo que ella ya estaba de mí, no me fui y me quedé a ver. Espectáculo atroz que nunca y no, no me molestó.

Le dije que no. No te voy a mentir, le dije un no tan sí, un no tan invitación, un no tan adulador, tan camaleón, que ella sintió que fue un sí. Pero no, nunca y no, no me molestó.

Hilábamos en hoteles, en habitaciones vacías, y de vez en vez en lujosos haberes, rodeados de crupieres, quizá tal vez, le dije que sí.

Se desnudó, se puso a jugar con su boca, se movía el cabello, su único deseo: Tenerme ahí.
Y me pidió, qué tal si te me acercas, guapo, que por tiempo lo he aguardado, nadie sabrá, tu yo tenemos un trato.

No supe que hacer, no quise pensar ni pude intentar, sólo asentí. Y con sus brazos rodeando mi cuello, sus pechos tocando mi pecho y su lengua dibujándome un verso, fue que me decidí.

Le dije que no, ¿Para qué he de fingir? Si me gusta, me gusta y ya. Y esta vez ella no me gustó.

Y esta vez, ella ya no me gustó.

jueves, 28 de abril de 2011

Las cartas del Vampiro.

Dulce, no había palabra más clara para describir el sabor de su cuello al rozarse por mis labios... ¡Dulce! Eso es lo que era, exquisito en cada borde y finura de su piel...

Ese cuello. Ese cuello que me condenó desde el momento que le vi hasta que estuvo entre mis manos; y nada más pude hacer yo. Sólo miren... ¿Qué podia haberse esperado de algo tan bajo como yo? Que sin pensarlo y falto de sensatez me vi en el vicio de ir tras de esa mujer y hacerla mía, mía, mía...

Supongo que ese debe haber sido mi peor error, no... No el conocerla... o el haberla mirado... Sino haberla permitido volverse tan indispensable  !Hah! Y ella... sin saber que detras, le seguía mi boca y con sed... Sigiloso como es el don de esta maldicion, cauteloso por el miedo que  NO deseo darle a tan como he dicho, dulce niña...

¡Como un lobo! Aunque me revuelva el estómago la comparación.

Tanta era y es la soberbia, misma que admito hasta ahora que tan vil incidente ha sucedido, pero no podía, y mucho menos queria contenerme... ¡Ella era! ¡Si! Sé que era ella pues esa sensación siempre fui capaz de controlarla, el tiempo me había ya instruido en el arte del olvido como en el del control...

¡Hah! Ironía ... ¿No?

Y así... entre mis vastas cualidades y virtudes, vino a relucir mi único defecto, ¡Bendita maldicion esta que me cayo!  Pues adoro el sabor de este defecto...

Dulce... Sigue sin existir otra palabra que explique su cuello... Dulce, si... Y sin más que perder ni que esperar... Puse mi boca en él... Escuchaba el placer que le recorría el cuerpo, toda ella latía, su cuerpo, su piel y ese sonido que hacía... Sólo me lo hacía más dificíl a mí... Yo no queria, ¡Oh pero quise! ¡Si! (...)

Y en ese climax de placer, amor y lujuria, su corazón dejo de latir...

¡Dulce! Así era ese cuello.... No podía aguatar más ¿Podía?...  Pero ¿Dulce su cuello? No ¡Hahah! Más dulce ese hilo rojizo de vida ¡Su sangre que corria!... Si...

Dulce... No hay otra palabra. Creo que fue incluso más dulce que la chica anterior, y la anterior a esa también... ¿Pero eso? No, yo no se lo digo a cualquiera... ¡Ha!... ¡Hahaha!

martes, 15 de febrero de 2011

Papá no sabe qué día es Hoy.


Papá no sabe qué día es Hoy.

Papá cree que hoy día, es el día de ayer, cuando el motor a V6 en línea figuraba entre los automóviles novedosos y él solo podía verles de lejos. Papá cree que hoy es ayer, que levantaba con el sol de la mañana para caminar cuadras incontables para ir a la escuela, regresar y solo hacer tarea. Papá cree que hoy es ayer, cuando el peso Mexicano te volvía rico en el bolsillo, la música sonaba fuerte  y el interés ideal era ver pasar a esas bellas muchachas, con sus flecos por encima de los ojos fijados con laca.

No… papá sigue creyendo, que hoy… es el feliz ayer que tuvo él.

Papá no sabe que Hoy es el día que le sigue, que hoy las cosas por más parecidas que le parezcan al ayer, no lo son del todo.  Papá protege como no lo protegieron a el, papá no sabe lo distinto que es el hoy de ayer.

Creció con el siglo, trabajando fuerte, ganándose al amigo; aprendió en la corrida, sin saltar un paso, sin adelantar camino.


Papá no es que no sepa qué día es hoy… Lo que pasa es que papá tiene miedo de qué día será Mañana.

lunes, 24 de enero de 2011

Para ir al cielo no es preciso morir.


Con el paso de los años, cronológicamente se va perdiendo todo…
Hasta quedar completamente desnudo de materia, emoción, voluntad y de amor
Se termina a la par que como se comienza, sin nada ni con nada.

& mientras tus oídos dejan de escuchar, comienzan a oir. Tus ojos dejan de observar y se limitan a ver, tus manos dejan de sentir y solamente tocan; Tus labios dejan de besar y cerrados esperan el final.

Poco a poco, se comienza a olvidar como caminar… todo esto efímero sin dudar, pero concluye con el acto final, cuando el corazón olvida amar

Es aquí donde se glorifica la mágica y tan cierta frase “Qué corta es la vida” pues cuando los ojos finalmente ya no quieren abrirse más, presientes el inicio del final…

Un alma más que abandona la vida y va a sabrá Dios dónde… pero no más entre nosotros, el resto sin suerte… Para ir al cielo no es preciso morir…

No es que te vayas… sino qué hiciste antes de irte… No es que te fuiste, sino qué dejaste al hacerlo… No es si te vas o no, es ¿Porqué debería de prestarte atención?