Le dije que si, que quería
darle el cielo, las nubes y el mundo.
Me dijo que no, que ella
quería quererme querer, pero no.
Le dije un ¿Por qué? Si
todo lo que tengo yo, se lo daba sin más, que todo lo que la quiero yo, se lo
daba e incluso más. Que lo que por ella sentía no se compraba con nadie ni lo
hará.
Pero me dijo que no, que
aunque me quisiera y sintiera que lo nuestro pudiera ir en paz, que no podía
más, que no quería más, y que lo que el futuro brindara entre nosotros sólo le
daba igual, ¿Para qué pensar más?
Le dije humillado y
rebajado, un simple “Por favor” que por ella mataba, que sus labios besaba que
su cuerpo tomaba, su vida, siempre la iba querer más… Más que a la mía, pues
tanto la quería.
Me dijo tajante, cortante,
arrogante y segura de sí; que no tenía caso que se derramó el vaso, que mis
ruegos, mis juegos no le iban a convencer, me dijo que ya basta, que el hablar
me cansa y sola siempre estaré mejor.
Le dije, una y otra vez y
siempre y cada una eran el último “Por favor” que quería quererla, quería
tenerla y que en mis sueños lo único que feliz me hacía era tenerla junto a mi,
junto del verbo compartiendo alegría, sudando la gota fría, tomados de manos,
besando sus labios, recorriendo cada parte de ella, regalarle una estrella, bajarle
la luna, que ella es mi fortuna y quererla para siempre sólo yo.
Pero me dijo que no, y se terminó.
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